miércoles, 29 de abril de 2009

Traducciones Adictivas.

Y porque muchas veces queremos leer esos adelantos de los libros que están saliendo en otros idiomas, estrenamos la sección de traducción Adictiva.

Iniciamos la sección con el primer cápitulo en español de The Demon's lexicon de Sarah Ress Brennan.


Disfruten, Besos. ;)






Capítulo Uno: Cuervos en la cocina.

La tubería bajo el fregadero tuvo una fuga otra vez. No habría sido tan malo, excepto porque Nick había dejado su espada favorita debajo de la encimera. La rescató, limpió el acero, y distraídamente probó el filo con su pulgar mientras el agua se esparcía por el piso de la cocina.

Una vez que la dejó de lado a salvo, se percató de que las rodillas de sus vaqueros estaban empapadas.

Alan le trajo a Nick la caja de herramientas.

—¿No quieres echarme una mano? —le preguntó Nick sin muchas esperanzas.

—No, estoy demasiado ocupado cocinando —dijo Alan—, tú te encargas del trabajo pesado aquí. Yo soy más del tipo sensible intelectual.

Nick levantó sus cejas.

—¡Ah, vete a la cocina y hornéame un pastel mujer!

Miró bajo el fregadero de nuevo. Los tubos producían un ominoso gorgoteo, y el armario inferior se había convertido en el lugar con cataratas más pequeño del mundo.

—Yo también puedo ser un tipo sensiblemente intelectual —continuó diciendo—. Si la otra opción es el ahogamiento en nuestro fregadero.

—Sálvanos a ambos de una tumba submarina o cocínate tu propia cena. Es totalmente tu decisión.

Se trataba de un punto convincente. Nick podía encargarse de su propia cena, pero definitivamente Alan era mucho mejor cocinero. Él lo hizo todo desde el principio; por lo que, el chisporroteante sonido de comida cociéndose en la cazuela, y el apetitoso y repentino olor de verduras fritas, le dio la razón.

Nick lo fulminó con una de esas miradas que eran eficaces con todo el mundo salvo con su hermano. Entonces extrajo el cuchillo de la vaina bajo su muñeca, lo colocó con cuidado junto a la espada, se arremangó los puños de la camisa y se puso a trabajar.

Aparte del fregadero la casa estaba bastante bien. Era pequeña, del color del cartón que se había quedado fuera en la lluvia, y exactamente como cualquier otra casa habitable en las líneas militares de la urbanización. Aún así cada casa estaba lo bastante separada de sus vecinos en una distancia decente. No habría nadie que se quejara de ruidos extraños en la noche. Eso lograba hacer valer la pena cualquier cantidad de fugas de agua.

En general, a Nick le gustaba Exeter. Había una estatua en la calle principal que le recordaba a un chuchillo, y él estaba aprendiendo el mapa de la ciudad a partir de ese punto. Sí, era bastante raro para ellos quedarse en un lugar el tiempo suficiente para que se volviese familiar, pero habían estado allí durante dos meses sin señales de peligro. Ambos tenían empleo, él se las apañaba más o menos bien en la escuela, y Alan hasta había tenido tiempo para encontrar un nuevo ligue.

Tendría que disculparse con ella cuando llegara la hora de marcharse.

El tubo metálico dio un largo gemido, como un antiguo robot a punto de caer hecho pedazos, y Nick apretó los dientes y torció fuertemente con la llave. Resultaba ser una tubería demasiado antigua como para fijarse correctamente; todo lo que él podía hacer era tratar de encajar los lados y mantenerlos unidos hasta que fuera problema del próximo inquilino.

—Algún día viviremos en St. Leonard’s y nos alejaremos de todo esto.

—Oh, seguro —dijo Alan con sencillez. El chile se cocía a fuego lento y él se inclinaba al lado del fregadero, con los brazos cruzados en su pecho plano mientras miraba el trabajo de Nick—. Cuando me gane el premio gordo en la lotería, o comiences a vender tu cuerpo a viejas damas ricas.

—Si nosotros comenzamos a vender mi cuerpo a viejas ricas ahora, —dijo Nick— ¿Puedo dejar la escuela?

—No — respondió Alan con una sonrisa de medio lado, como un calido secreto susurrado—.Tú estarás contento de terminar la escuela algún día. Aristóteles dijo: “La educación es amarga, pero sus frutos son dulces”.

Nick puso los ojos en blanco.

—Aristóteles puede besar mi trasero.

Sobre sus cabezas los entarimados crujieron con un repentino sonido agudo, como el romper de ramas secas. Nick miró hacia arriba por reflejo, pero ya sabía de qué se trataba: Era su madre, paseando en el piso tras uno de sus malos hechizos. Pero el sonido que ella hacia apenas estaba comenzando y Alan pasaría todo su tiempo arriba con ella.

Alan debió haber notado la mirada de Nick en el techo, porque por alguna razón idiota se aproximó a su hermano con la intención de alborotar su cabello. Nick se apartó.

Alan suspiró y luego Nick lo oyó alcanzar la radio que encendió con un chasquido. Y la música inundo la cocina y ahogó los ruidos emitidos por su madre moviéndose en las habitaciones de arriba.

Alan cojeó hacia un armario y comenzó a registrar en busca de algo, cantando suavemente. Nick se echó hacia atrás bajo el fregadero dejando que la música de la radio relajara su mente mientras sus manos seguían ocupadas con el trabajo practico. Por el olor, la cena indicaba estar casi lista.

Quizá su estúpido hermano se sentaría y comería su propia comida, antes de hacerse cargo de su madre, y tal vez ese sería un buen jueves después de todo.

Sólo hubo un instante de advertencia.

El talismán que Nick siempre llevaba le lastimó. Era una irritación constante, un ancla colgando de su cuello que picaba, pero que ahora lo inundaba de dolor como atravesado por una descarga eléctrica siendo la fuente el talismán. Los huesos de pájaro alrededor del talismán, tejidos en una red de cristal, pasaron a formar un nuevo patrón. Sintió como si su piel se estuviese quemando.

—Alan —él llamó entre dientes.

Entonces la ventana explotó hacia dentro, una detonación aguda de donde surgieron una fuerte ráfaga de brillantes fragmentos fluorescentes. Nick dejó caer la herramienta y protegió su rostro con el brazo, girando y mirando bajo su manga empapada para comprobar que Alan había caído al suelo.

A través de la ventana llegaron los desconsiderados cuervos.

Sus alas eran enormes e iridiscentes. Hacinados unos contra otros, de pronto, la cocina estaba llena de plumas y los graznidos profundos, roncos de las aves. El viento de la cocina pareció ser solo el producto de los golpes de alas y ellos parecían muy hambrientos. Nick avanzó lentamente a lo largo del suelo hasta que pudo alcanzar su espada.

La empuñadura se sentía resbalosa contra su palma mojada. La levantó y extendió la otra mano para coger a Alan por el cuello y arrastrar a su hermano detrás de él.

Alan levantó su camiseta y cogió el arma de la pistolera.

— No me arrastres, eres mi hermano menor, es vergonzoso.

—Eres muy liviano, y es demasiado fácil. —Nick se volvió observando a los pájaros con cuidado. Ellos comenzaban a subir por las superficies de la cocina, las curvas de sus alas plegadas avanzaban como hombros mientras los miraban desde atrás. —No me puedo creer que todavía estemos usando esa estúpida pistola.

— Me gusta mi arma —protestó Alan.

—No siempre funciona.

—Bueno —admitió Alan—, es por eso que tengo tres cuchillos más.

Había cuervos entre ellos y la puerta. Nick levantó la espada y se balanceó, sintiendo una fuerte y feroz descarga de adrenalina, cuando el golpe cortó profundamente. Un cuervo cayó al suelo con el pecho ensangrentado y el resto seguía graznando y sobrevolando alrededor de ellos. Nick se lanzó al piso otra vez y rodó con un brazo cubriendo su cabeza. Alan estaba a su lado, y Nick calculó que él podía ser más o menos protegido entre la pared y su cuerpo.

Ambos se levantaron, jadeando. Esos pájaros obviamente estaban siendo controlados por un demonio y estarían bajo la vigilancia de un mago para asegurarse de que cumpliesen su trabajo.
Casi nunca los demonios poseían a los animales. Ellos odiaban quedar atrapados en cuerpos con tan limitados cerebros. Nick se preguntó cuantos cuerpos humanos habían ofrecido los magos a cambio de este favor.

—Tú busca al mago —susurró Alan—, me haré cargo del demonio.

—Me encargaré de ambos —dijo Nick, y empujó a Alan para enfatizar— No te levantes.

Nick se puso en pie, y por un momento sintió que se encontraba en medio de la noche, en una tormenta, excepto que esta era de plumas. Tuvo que elevar su brazo izquierdo para golpear lejos a dos cuervos que iban directamente hacia sus ojos. Las garras de un cuervo lo hirió en la mejilla y Nick lo fulminó de una estocada. Olvidó todo sobre estrategias y con su espada se concentró en su círculo brutal de plumas y carne. Esta vez ninguno de los cuervos chillaban.

Cuatro más descendieron sobre Nick hundiendo sus garras en el brazo con el que sostenía su espada y la tela y piel en tiras sufrieron un corte profundo. Cuando Nick intentó sacudírselos, rasgó más la piel; y cuando levantó la cara para poder ver lo que sucedía un pájaro se abalanzó sobre él. Su pico curvo iba destinado directamente a sus ojos.
Aún falta la segunda parte del cápitulo, la cual colgaré mañana. Así que continuará XD (Lo siento pero es que no tuve tiempo de traducirlo completo. Es un tocho de capi. ¿No me quieren ciega verdad?

2 comentarios:

Elwen dijo...

Me han encantado los diálogos de estos dos, tendré que hacerme con el libro. De momento se va para la wishlist de Amazon.

Frannie dijo...

je je, si los diálogos de los hermanos son muy divertidos. Este libro está entre mi lista de pendientes hace ratoooo, y en el wishlist ni te digo XD Ya lo comentaremos cuando lo tengamos devorado. ;)

Nos leemos.

Besotes ^^